Valentí Puig (Palma, 1949) ha sido de todo en la literatura catalana: novelista, ensayista, articulista, crítico, corresponsal. Su última obra fue "Barcelona cae", ambientada en la caída de la capital catalana en 1939. El pasado 16 de diciembre publicó un artículo en El País que causó revuelo. En esta entrevista, acaba de poner los puntos sobre las íes.
- Ya me perdonará, pero el artículo en cuestión era demoledor
Hay una cultura decorativa, una falsa cultura, una cultura institucional y una cultural real. Los escritores son gente solitaria. La creación es un hecho solitario y, por naturaleza, cualitativo y no cuantitativo. ¿No sería mejor dejar de aparentar, de hacer "como si" y ver cuál es la realidad? No tengo edad para hacer de "enfant terrible". Sencillamente, escribo lo que pienso y me hago responsable. Sobre todo, me interesa la cultura real, la vitalidad intelectual y creativa.
- Entre otras cosas decía que "la vocación nacionalista no implica la voluntad de comprar y leer libros en catalán". ¿Tan mal estamos?
Hay personalidades dispersas pero la relación entre cultura y sociedad es de un nivel bajísimo y eso no se encamina con gestión cultural sino con ambición de ser y de hacer. Confundir aspiración nacional con sociedad afecta de forma negativa la idea de una novela que hable de cómo vivimos y no de cómo deberíamos ser. Hay un "establishment" nacionalista que no ha leído las memorias de Cambó y que cita Vicens Vives de oído.
- La universidad catalana tampoco se puede librar de las críticas
Es un mundo en buena parte, con respecto a la literatura o al pensamiento, ahogado por corporativismos y dogmas destartalados. Es un mundo de iluminación. Ilusiones perdidas, con todos las excepciones que confirmen la regla. Si es que lo invitan, cuando un escritor a una universidad lo miran como un mono.
- En teoría, la literatura catalana pasa por un buen momento.
Hay buenos escritores, pero no tiene el grosor de lo que podríamos considerar un buen momento, ni de cerca hacerlo. Se edita mucha basura, cierran las librerías, los libros se venden poco y la crítica es un desconsuelo. No hay diagnósticos como los que hacían Carles Riba o Ferrater.
- Nos faltan intelectuales?
Tampoco hay suficiente reflexión y pensamiento sobre la vida pública. Y a la vez carecen nuevas formulas para hacerlo, porque la figura del intelectual. Tual es del siglo XX. ¿Es la hora del ciber-intelectual?
- Era muy duro con el ensayo elaborado en Cataluña
Sólo en la medida que tiene por temática excluyente la Cataluña que podría ser, del hacer "como si". En privado, cualquier editor le dirá que no hay espacio para un ensayo que pretenda ser explicativo del mundo de ahora. Y tendremos el "boom" de libros sobre un 1714 en versión en blanco y negro, de buenos y malos.
- ¿Qué es, en su opinión, "la frustración catalana"? La expresión es suya
Es quizás con la mejor de las intenciones, pero el nacionalismo ha tenido una voluntad dirigista, de construcción nacional, que involucraba la cultura y, sobre todo, la lengua. Pero una cultura es seducción, enriquecimiento individual y no construcción colectiva. También es muy peculiar negar la realidad de una sociedad bilingüe. Está claro que no podríamos volver a una fórmula como la novecentista. Las culturas vivas, ahora mismo, son policéntricas.
- Pero parece lógico pensar que la cultura catalana debe ser catalanista?
No necesariamente. ¿O es que no se hablaba de una aspiración a la "normalidad"? ¿Es que la cultura finlandesa es "finlandista"? No podríamos ver una generación de buenos escritores catalanes crecidos por completo al margen del nacionalismo?
- Wert tampoco ayuda.
Sí claro.
- ¿Cataluña puede acabar siendo un parque temático?
Es un riesgo pero el fatalismo es un error, como lo es el ufanía, como lo es "hacer como" si los escritores o los intelectuales no tuvieran que pagar el alquiler o la factura de la tintorería.
Necesitamos más autocrítica
Sí, un equilibrio entre autosatisfacción, el todo o nada, hipercrítica y autocrítica. / Una entrevista de Xavier Rius