El periodista Ramon de España le dijo un día a su director en Crónica Global, Xavier Salvador:
“Me gustaría hacer una serie de artículos sobre sitios de Barcelona que han desaparecido y personajes que han muerto”.
El director del digital le replicó: “una idea fantástica para aumentar el número de lectores. La alegría de la huerta”
Pero felizmente dio el visto bueno al proyecto y ahora ha salido, en formato libro, esa recopilación de artículos: “Barcelona fantasma (Vegueta Ediciones. 21,50 euros).
La verdad es que el título -personalmente soy partidario de titulares cortos, e incluso de dos palabras- encaja como anillo al dedo.
Javier Cercas, en un prólogo ejemplo de rigor y precisión, recuerda que el autor “es incapaz de concebir la literatura sin humor o, como mínimo, sin ironía” cosa que, en los tiempos que corren, se agradece.
El propio Ramón de España exhibió músculo el día de la presentación en la Librería Byron de Barcelona el pasado 17 de marzo con éxito de crítica y de público. A los cinco minutos, ya llevaba media docena de comentarios sarcásticos, incluido uno sobre él.
Colas para firmar ejemplares tras la presentación
En el libro, explica Cercas, “desfila una variopinta galería de tipos memorables -suicidas, alcohólicos, drogadictos, músicos fugaces, cineastas o escritores frustrados, excéntricos sin remisión”.
Pero también lugares como el bar del Astoria, el Drugstore del Paseo de Gracia, la Avenida de la Luz, la librería Áncora & Delfín. O personajes como La Voss del Tropico, “el gran Vallcorba”, Pepe Ribas o el escritor ya desaparecido Francisco Casavella. También el Catalunya Expess, el mejor periódico de Barcelona de esa época -al menos el más audaz- aunque acabó desapareciendo.
No sólo eso sino que el prologuista recuerda también que “la única forma decente de autobiografía es la crónica periodística”. Lo que digo yo: a la mierda la pirámide informativa que nos enseñaron en la facultad.
Así nos hemos enterado de que Ramón, de joven, solía ir “cocido” -término que debería ser incluido en el diccionario de la Real Academia desde ya-, que fue a la Granés, que su padre era militar y que empezó en la prensa underground, que en esa época se codeaba en los quioscos con La Vanguardia.
Asistimos también a los enfrentamientos -a veces etílicos- entre la gauche divine y los moderniquis, a los que pertenecía el autor. En efecto, el libro es un homenaje de 300 páginas -se lee rápido, demasiado rápido para mi gusto- a una Barcelona que se fue y ya no volverá.
Como dijo el propio autor en la presentación, “ha habido un empeño de acabar con la vida cultural barcelonesa y convertirla en capital de una nación milenaria”.
Si Faulkner tenía el Deep South y Jesús Moncada, Mequinenza; Ramón tenía el Ensanche de Barcelona, incluso más allá. A veces incluso se aventuraba hasta la Barceloneta./ Una reseña de Xavier Rius