Hubo un tiempo que el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall-y su sucesor, Joan Clos- desayunaban con la columna de Arturo San Agustín en El Periódico. Él lo niega pero durante años ha sido uno de los iconos del progresismo en este país como en otra época -y en otras circunstancias- fue el Bocaccio o Casa Leopoldo aunque una cosa sea el periodismo y lo otro la música o la gastronomía. No es para menos después de diez años de artículo diario y ocho más de entrevistas, un género que innovó tanto que incluso le dieron el Premio Ciutat de Barcelona.
Ahora ha hecho lo que recomendaba siempre Josep Pla -aunque no lo practicó nunca- de dejar el periodismo a tiempo y pasar a la literatura. Ahora ya sólo escribe libros. El último "En Tarso ya no suenan las campanas" (Ediciones Khaf), una crónica de viajes de 246 páginas -se lee de un tirón- sobre Turquía, Roma y Tarragona. Pero también un reportaje in situ sobre el llamado choque de civilizaciones. Si Samuel Huntington, el autor de la teoría, hubiera sido reportero habría escrito un libro como éste.
Ya lo dijo Rafael Nadal durante la presentación de la obra el lunes pasado: "Arturo San Agustín es el mejor escritor catalán en lengua castellana" porque "hace tiempo que la mejor literatura está en los libros de crónicas periodísticas". Y Nadal, último Premio Josep Pla, de periodismo -y de literatura- entiende un rato.
-Le acusarán de hacerse católico, lleva dos lilbros sobre la Iglesia
-Es probable que algunos me acusen no sólo de católico, como usted dice, o de 'agente vaticanista' sino de converso. De lo primero que me acusaron, hace ya muchos años, fue de ser de la CIA, porque, en Barcelona, quizá fui el primer periodista que escribió lo que había visto y vivido en Cuba: que aquello era una dictadura pura y dura. Luego se me colgó la etiqueta de masón, quizá porque tengo amigos que lo son. Y ahora parece que, para algunos, soy un 'agente vaticanista'. Ya sabe que se llegó a decir que mi libro Un perro verde entre los jóvenes del Papa fue un encargo del Vaticano e incluso del propio Papa. Lo único cierto es que tengo amigos cardenales, arzobispos, jesuitas, benedictinos y del Opus Dei. Y también es verdad que he escrito dos libros en los que la Iglesia católica está presente, pero esos dos libros son sólo dos crónicas periodísticas. En Un perro verde entre los jóvenes del Papa conté mi experiencia entre aquel millón y medio de jóvenes de todo el mundo que el pasado mes de agosto acudieron a la llamada de Benedicto XVI. Y en este de ahora, En Tarso ya no suenan las campanas, cuento el viaje que hice con el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, por tierras turcas. También cuento parte de mis 'experiencias vaticanas' en temas de comunicación.
- Tengo la teoría personal, no sé si errónea o no, que usted ha sido como un icono del progresismo: diez años de articulista en El Periódico y ocho haciendo entrevistas
-Afortunadamente no soy icono de nada, ni del progresismo ni de ningún otro ismo. Sigo siendo lo que siempre he sido: un periodista independiente que escribe pensando sólo en los lectores.
- Los 'progres' acostumbran a ser muy críticos con la Iglesia, al menos la católica
-Creo que los 'progres' que critican a la Iglesia católica deben ser los menos 'leídos', es decir, los más analfabetos. Sólo en este país nuestro o de algunos existe aún un anticlericalismo infantil y mohoso. En la mayoría de países casi todos saben que la religión es también cultura. En cuanto a los políticos, sobre todo los socialistas, saben que una de las formas más cómodas y baratas de hacer demagogia es arremeter contra la Iglesia, confundiendo a esta con su jerarquía. Yo nunca olvido una frase de mi padre, que no era creyente pero sí anarquista; utópico, claro: "En este país cuando no sabemos solucionar un problema nos comemos un cura."
-No sé si usted cree en el choque de civilizaciones pero en todo caso lo parece
-Sí, creo que es probable un 'choque de civilizaciones'. No sería la primera vez que la religión fuera instrumentalizada por los políticos. Por eso he escrito 'En Tarso ya no suenan las campanas.' Que un arzobispo visite Turquía y, entre otras cosas, sea capaz de poner una corona en el cenotafio del mausoleo de Ataturk, el padre de la moderna Turquía, y quien la convirtió en un Estado laico, es un acto de un valor simbólico tan importante, que quizá por eso no ha sido bien entendido por algunos católicos. La Historia nos cuenta que el último arzobispo de Tarragona que fue a Turquía lo hizo al mando de varios navíos papales para luchar contra lo que entonces se llamaba el Turco. Muchos turcos, sobre todo los intelectuales, entendieron y valoraron el gesto sincero y valiente del arzobispo Pujol.
-Si Samuel Hutington hubiera sido reportero habría escrito un libro como el suyo
-Le agradezco el cumplido.
-¿Hay 'agenda oculta' para deslizar a Turquía hacia un régimen islámico?
-Algunos intelectuales y periodistas turcos, sobre todo mujeres, con los que hablé creen precisamente eso: que Turquía, muy sutilmente, va hacia un islamismo, que temen que sea radical. Otros, matizan más, y hablan de que una cosa es el primer ministro Erdogan y otra las bases de su partido, que serían las auténticamente radicales. Lo que nadie entiende --o sí-- es por qué Estados Unidos apoya incluso económicamente a grupos islamistas turcos fundamentalistas. El rechazo de Europa a Turquía habría dado alas a los islamistas turcos, a los fundamentalistas. Turquía, evidentemente, no es ni Irak, ni Irán, pero Estados Unidos sigue siendo Estados Unidos. Atención a Egipto.
-"Las ladronas rumanas no descansan, pero hoy la policía se pone más seria con ellas" afirma en la página 156 de su libro. Le van a acusar de ser políticamente incorrecto
-¿Intenta decirme que es mentira que en Europa, tanto en Italia como en España, hay grupos organizados de rumanos que se dedican a sus cosas? Yo, señor Rius, como usted, soy un periodista que camina la ciudad.
-¿Es verdad que un día creyeron que había un avión suicida que se dirigía al Vaticano?
-Eso fue lo que me contó cierto monseñor algunos años después de que yo entrevistara al portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi. Ese monseñor, importante, me dijo. "Si encontraste a Lombardi un poco nervioso fue porque aquella misma mañana se temió durante un tiempo que cierto avión suicida se estrellara contra el Vaticano."
-"Barcelona es una ciudad que ya me ha dejado de interesar", cómo le oiga el alcalde
-No, Barcelona ya no es mi ciudad. Barcelona es, entre otros, de esos turistas que llegan borrachos y con chanclas al edificio donde yo vivo y que sufre las consecuencias de tener un apartamento turístico. Llegan borrachos y con chanclas a las tantas de la madrugada, aporrean los timbres, todos los timbres, y alguna vez, demasiadas, acaban vomitando en la portería. Por supuesto, no son ellos los que limpian la porteria de vómitos. Barcelona, principalmente el Eixample, es ya sólo un barrio de Lloret o de Salou. Como todo, hay que sufrir el turismo para poder opinar de el.
- También dice que "Barcelona siempre ha mirado en dirección a Girona y se ha olvidado Tarragona". ¿A los 'pijos' de Barcelona les interesa más la Costa Brava que las Terres de l'Ebre?
-Sí, Barcelona o, mejor, su burguesía y por consiguiente los nuevos ricos siempre han mirado en dirección a Girona y han ignorado a Tarragona y su provincia. Una suerte, porque eso ha permitido que algunas gentes sensibles vayan descubriendo poco a poco la provincia de Tarragona. / Una entrevista de Xavier Rius